No tiene sentido: Balas en lugar de palabras.

No tiene sentido; no hay lógica, razón ni mucho menos justificación que justifique quitar una vida. El asesinato del joven Charlie es la manifestación más oscura de la intolerancia, un abismo al que nos asomamos como sociedad cuando olvidamos el valor fundamental del debate y la convivencia. Su partida nos deja un eco doloroso, una prueba irrefutable de que hemos fracasado en lo más básico: comprendernos como sociedad.

Rechazo profundamente este acto de barbarie. Rechazo la idea de que la violencia pueda ser una respuesta al pensamiento. Las palabras no pueden ser reemplazadas por balas; es una ecuación cobarde y destructiva que destruye cualquier posibilidad de progreso. Las ideas, por muy opuestas que sean, se confrontan con argumentos, se debaten con el poder de las palabras y se respetan en su diversidad. Quienes celebran este acto no solo cometen un delito, sino que también confiesan su propia derrota intelectual.

El respeto a las ideas ajenas fue su principal acción, su legado más puro. Su gira universitaria consistió en la frase "Demuéstrame que estoy equivocado" como una invitación al debate, directa pero respetuosa con las ideas de los demás. En un mundo polarizado que grita y no escucha, optar por el diálogo es vital. Honrar su memoria no se trata de clamar venganza, sino de pedir justicia y, sobre todo, de comprometernos a construir los puentes que la violencia ha destruido. Que su esencia se convierta en un llamado a defender lo más preciado que una sociedad puede tener: el derecho a pensar diferente sin que nos cueste la vida ni la libertad.