El atletismo: la unión del cuerpo, la mente y la competencia
El atletismo es considerado la madre de todos los deportes, pues engloba pruebas fundamentales como correr, saltar y lanzar; formas puras en las que el cuerpo humano se mide contra el tiempo y la gravedad.

Desde sus orígenes, el atletismo ha sido el núcleo de los Juegos Olímpicos y de muchas otras competiciones deportivas. Su simplicidad y universalidad lo hacen accesible: casi cualquier persona puede correr, saltar o lanzar algo, lo que lo convierte en un deporte base para muchos demás.
Las carreras de velocidad son de las más emocionantes y populares. Probar qué tan rápido puede moverse el cuerpo humano en distancias cortas revela mucho sobre fuerza, coordinación y técnica.
Las pruebas de fondo, por su parte, desafían la resistencia física y mental. Correr largas distancias, como maratones, exige entrenamiento constante, disciplina y administración del esfuerzo para no agotarse prematuramente.
Los saltos (de altura, con pértiga, de longitud o triple) ponen a prueba tanto la potencia como la precisión. Lograr elevarse por encima de una barra o saltar lo más lejos posible implica control corporal y técnica que solo se adquiere con práctica.
El lanzamiento de jabalina, disco, martillo o bala exige técnica, músculos y paciencia. Se trata de convertir el cuerpo en instrumento que dirige el objeto al objetivo ideal, con precisión, potencia y estilo.
El atletismo también tiene un fuerte componente emocional. En una competencia, la gloria, la derrota, el esfuerzo visible, la superación personal… todo eso se vive directamente, sin intermediarios.
Además, es un deporte que cruza generaciones. Niños, jóvenes, adultos mayores pueden practicarlo, cada uno adaptando las pruebas a sus capacidades físicas, sin perder el espíritu de superación.
El entrenamiento en atletismo también arroja beneficios más allá de competir: mejora la salud cardiovascular, la capacidad pulmonar, el tono muscular y la coordinación. Es un deporte completo.
La belleza del atletismo está en su universalidad: no importa de dónde seas, qué idioma hables o qué recursos tengas. Si tienes un terreno llano, un cronómetro, y ganas, puedes correr hacia tus metas.