Esta es mi historia donde Sorry salvó la situación

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Hace unos cuantos años, poseía yo una herramienta multiuso que contenía alicate, navaja, tijera, lima, sacacorchos, destapador de botellas y latas, destornilladores y una pequeña lupa. Se guardaba en un resistente estuche de cuero, donde además se encontraba una potente linterna que muchas veces me sacó de apuros, porque eran frecuentes los apagones en ese tiempo. Apreciaba y cuidaba con esmero ese estuche, ya que fue un regalo que me obsequió mi hermana mayor un día de mi cumpleaños. Sabía, por supuesto, que me encantan ese tipo de instrumentos.

En cierta ocasión, una señora que era amiga de la casa estuvo de visita acompañada con su hijo adolescente quien, de acuerdo con los comentarios de algunas personas del pueblo, demostraba siempre un mal comportamiento y se había visto envuelto en graves problemas por su carácter díscolo e irrespetuoso. Al muchacho enseguida le llamó la atención el precioso estuche con las herramientas que yo había dejado sobre una mesa que estaba en la sala, al lado de la estantería colmada de libros y papeles. En cuanto yo me di cuenta de ello, estuve atento, por si acaso, y solo le quité la vista de encima cuando dejó todo como lo había encontrado y se retiró hacia donde estaba su mamá.

Después de eso, me olvidé del asunto y me dispuse a seguir ordenando mi cuarto, luego debí arreglar también una puerta del clóset que se había desprendido de su lugar. Fue cuando necesité utilizar un destornillador que salí a buscarlo hacia la sala y me percaté de que ya la señora se había marchado con su hijo; y para mi desagradable sorpresa, observé muy contrariado que mi apreciado estuche no se encontraba sobre la mesa. Lo busqué con desespero por todos lados, pero no lo encontré, por lo cual llegué a la conclusión de que el muchacho se lo había llevado, lo tomó cuando yo me retiré hacia mi habitación, pensé lleno de rabia.

Dispuesto a recuperar lo que me pertenecía, me fui rápido hacia la casa de la amiga de mi madre. La encontré sentada en el frente y le expliqué la situación, tratando de mantener en todo momento la calma. Quedé desarmado, sin embargo, cuando observé su reacción: en la cara de aquella madre había una infinita tristeza y, en lugar de defender la inocencia de su hijo, como yo lo esperaba, murmuró con la voz ahogada por la angustia: "Y yo pensé que, de verdad, se estaba comportando bien". A mí no me salió ni una palabra ante aquella mujer a punto de llorar y regresé en seguida a mi hogar.

Apenas crucé la puerta, mi hermana me mostró el estuche, con una sonrisa de resignación: "Estaba en uno de los estantes de los libros, me dijo, yo lo quité de sobre la mesa para colocarlo allí". Entonces me devolví hacia la casa de la señora para expresarle el perdón más sincero que he pedido en esta vida. Con mi acusación anterior, le había quitado todas las esperanzas de que su hijo estaba dispuesto a cambiar, a rectificar su mal comportamiento, lo cual le causó un profundo abatimiento. Ahora, con este perdón, la liberaba de una pesada carga que, por mis precipitados juicios, había llevado en el alma.

Aprendí, por supuesto, que no debemos hacer acusaciones a la ligera, sin que existan pruebas que corroboren los hechos, porque dañamos la reputación de un inocente y afectamos de forma significativa a quienes le rodean, a los que apuestan siempre con fe en la bondad y la sensatez de los seres humanos.

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Invito a los amigos:
@tanay12,
@munaa y
@lirvic

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_{Nota: La imagen del estuche de herramientas fue elaborada con la aplicación IA de Freepik.}