Sv-Escritura: Una historia no escrita.

in Steem Venezuela17 hours ago


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Eleonora era una mujer atípica, con gustos que la convertían en alguien fuera de lo común. El olor a papel viejo y guardado, se encontraba entre sus perfumes favoritos. Su repertorio de palabras era amplio y rebuscado, con un lenguaje y forma de expresión que parecían pertenecer a otra época, una muy distante en el tiempo; todo ello producto de su afición a la lectura de textos antiguos. Mientras más viejo, polvoriento y desgastado era el libro, mayor era su interés por leerlo.

Vivía en una ciudad moderna, dónde todo lo antiguo y fuera de moda estaba destinado a ser reemplazado y desechado. Las muchas librerías que existían en esa metrópolis, en su mayoría, solo ofrecían obras recientes y Best sellers, todas publicaciones de autores famosos; algo que no se adaptaba a los gustos de Eleonora.

Sin embargo, entre entre todas estas librerías, existía una muy diferente a las demás: un lugar único y especial, al que solo acudían los más exigentes y coleccionistas, que buscaban una joya desapercibida o algún misterio sin resolver. Este sitio solo exhibía aquellos libros y textos que parecían olvidados en el tiempo, casi siempre sin renombre alguno. La mayoría eran tan antiguos que casi todos eran ediciones únicas, e incluso algunos eran manuscritos sin correcciones.

Este lugar, tan peculiar como los gustos de Eleonora, era conocido como “El rincón polvoriento”: un espacio tan inusual y antiguo que hacía honor a su nombre. Era difícil determinar la antigüedad de esa librería, pero se decía que su administración había pasado de generación en generación sin aparentes arreglos, a pesar de los constantes cambios y actualizaciones en la gran ciudad. Algo que, sin duda, lo convertía en una anomalía dentro de la organización de cualquier ciudad moderna.

Cada segundo sábado del mes, Eleonora tenía por costumbre perderse entre los pasillos y estanterías de esa librería, siempre hojeando, revolviendo y buscando un libro digno de sus gustos atípicos. Eran muchas las obras infravaloradas que había encontrado y disfrutado gracias a la existencia de ese lugar, que para ella representaba un espacio lleno de magia y sabiduría.

En el rincón polvoriento, existía un pasillo en particular que se hallaba repleto de tomos con cubiertas en cuero desgastado y descolorido, que ejercían una atracción silenciosa sobre Eleonora. Fue allí, en uno de sus amplios estantes, donde lo encontró: un libro único en su tipo, un tesoro tan especial y difícil de comprender que, pronto, cambiaría su manera de entender las cosas de una manera que jamás habría imaginado.

El libro no tenía título en el lomo, tampoco exhibía el nombre del autor en la portada; sus tapas eran de un cuero tan oscuro que no reflejaba ni un poco de luz y estaban adornadas con un extraño relieve que se sentía al tacto. Eleonora, que era una lectora muy fanática de libros extraños y de cualquier misterio oscuro, sintió cómo se elevaba al instante su nivel de curiosidad.

Bastante ansiosa, abrió el tomo. Al hojear la primera hoja, notó un texto en un lenguaje que nunca antes había visto. Su interés se disparó aún más ante la intriga. Hojeo las demás páginas y observó que el papel grueso y amarillento, estaba totalmente vacío, sin escritura. Sintió algo de decepción y estuvo a punto de colocarlo nuevamente en su sitio, pero al cerrar el libro, un escalofrío recorrió su espina dorsal, y en su mente supo que debía llevárselo.

Con el libro en mano, caminó hasta el mostrador sin ningún tipo de dudas; ese era el libro que había elegido.

—¿Cuánto por este libro? —preguntó Eleonora al anciano encargado de la librería.

Los ojos del anciano brillaron al observar el tomo que Eleonora tenía en sus manos, y su rostro reflejó una extraña mueca de malicia.

—¡Ese libro es único en su tipo! Han pasado al menos dos siglos desde la última vez que alguien logró leerlo. Si alcanzas a descifrar sus primeras líneas, las demás se revelarán ante tus ojos. —contestó el anciano.

—¿Cuál es su precio? —preguntó Eleonora.

—¡Es invaluable! Pero puedes llevarlo gratis. Solo debes cumplir con una condición. —dijo el anciano.

—¿Qué clase de condición? ¿Y por qué tanto misterio? Está no es la primera vez que vengo a esta tienda. —dijo Eleonora.

—Lo sé, te he observado, pero nunca antes habías tomado ese libro. La condición es simple: si no logras descifrar sus primeras páginas, debes devolverlo para que otro pueda encontrarlo. —respondió el Anciano.

—¿Eso es todo? ¿Y si no lo hago? —contestó Eleonora.

—Lo harás. —contestó el Anciano con malicia.

—Lo llevaré entonces. —afirmó Eleonora decidida.

Esa noche, sola en casa, como de costumbre, Eleonora decidió hojear nuevamente el libro, aunque sabía que nunca antes había observado ese extraño lenguaje y que le sería muy difícil comprenderlo. Pensó en que tal podía investigar sus caracteres a través de internet y que, quizás con ayuda de un buen tutorial, podría descifrar su contenido. Sin embargo, se sorprendió al no encontrar nada que le ayudará a comprenderlo. Decepcionada dejó escapar un suspiro con el libro en las manos, y luego susurró.

—Déjame leerte, muéstrame tus secretos. —dijo con voz casi inaudible.

Suspiró nuevamente y dejó el libro en la mesa de noche junto a su cama. Se recostó y meditó un instante: «quizás estaba probando el método equivocado» pensó. Decidida a probar algunos métodos de encriptado antiguo, volvió a tomar el libro y lo abrió una vez más y pronto se sorprendió. No podía creerlo: sus ojos veían los mismos caracteres extraños, pero su mente los procesaba como si estuviera leyendo en su idioma natal. El extraño libro estaba a punto de revelarle sus secretos.

“La ficción solo es un producto de nuestra imaginación, sin embargo, muchas veces esa imaginación puede atraparnos en un mundo ficticio y hacer que este se vuelva nuestra realidad”. “Bienvenido, lector. Bienvenido a este mundo imaginario que pronto se volverá tu propio mundo, y del cuál difícilmente podrás escapar”. “Todo el contenido de este libro está a tu disposición… tu propia historia”.

Fueron algunos fragmentos de las primeras hojas que Eleonora pudo leer. Entonces, la historia comenzó. Al principio, le pareció algo vaga y sin sentido, como contar un extraño y desordenado sueño, aunque algunas ideas difusas cruzaban su mente. A medida que Eleonora se sumergía más en la historia del libro, la narrativa se volvía más nítida y mucho más envolvente.

Pronto comprendió que, dentro de los protagonistas, había una mujer que, sin dudas, su intuición le indicó que era ella misma. Trataba de encontrar un sonido: la melodía de una caja musical. Eleonora sintió una presión en su pecho y, al mismo tiempo, un nudo en el estómago. Cerró el libro y dejó de leer, estaba muy segura de lo que venía después. Nunca había hablado de ello; jamás se lo había contado a nadie… pero el libro... el libro sabía su historia.

Pasaron varios días sin que se atreviera a volver a abrir el misterioso libro e inclusive pensó en devolverlo, pero recordó las palabras del anciano cuando le decían que nadie había sido capaz de leerlo en dos siglos. Aunque se sentía perturbada, lo volvió a abrir y retomó la lectura. Durante las siguientes noches, el libro se convirtió en su única compañía, incapaz de concentrarse en algo más. Sin darse cuenta, pronto se vio atrapada en su propia historia, y al leer era como volver al pasado. Pronto, muchas cosas dejaron de importarle y lo único que importaba era el tomo. Leía y leía hasta que sus ojos cansados no podían más.

Una mañana, Eleonora despertó con el libro abierto sobre su pecho. Se sintió extraña al mirar a su alrededor y notar que no estaba en su cama. Se hallaba en el suelo de un lugar diferente a su habitación. Rápidamente, se puso de pie, y con una nueva mirada a su alrededor, se dió cuenta que todo el lugar estaba repleto de estantes llenos de libros. La mezcla de olores, entre humedad y polvo, la orientó para ubicarse: estaba en el rincón polvoriento, la vieja librería, y no comprendía el porqué. Tomó el libro del piso y colocó en uno de los estantes; luego caminó en dirección a la salida con la intención de marcharse. Sin embargo, antes de cruzar la puerta, fue interrumpida por el anciano encargado del lugar.

—¡Señorita! —dijo el Anciano para llamar la atención de Eleonora.

Eleonora no pudo ignorar la voz del anciano y volteó a mirarlo, aún confundida por la situación.

—¡Espero volver a verla pronto! —dijo el anciano, cuyo rostro exhibía una sonrisa que reflejaba un poco de malicia.


  • Imagen ilustrativa generada con IA y edita con IncollageApp.


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