Matilde estaba enamorada de Raúl, pero ella sola; él era el pavo real del barrio, el muñequito bello que todas querían tener; y ella, una poetisa empedernida, sumergida en Bécquer, Darío y Homero.

Ella se asomaba por la rendija de la puerta, le veía las nalgas, su pecho grande y fuerte y suspiraba con un deseo brutal.

El talón de Aquiles de Raúl, era su mamá, la madre sobre protectora y castradora que lo tenía convencido que tenía que estar para siempre a su lado, que sin ella no era nada.

Él necesitaba hacerle un poema a su mamá el día de las madres, y todos los caminos conducían a Matilde, la rara, la poeta del barrio.

Él se acercó avergonzado con un poema escrito en un papelito:

Del cielo cayó una rosa,
y mamá la recogió,
se la puso en la cabeza,
y qué linda le quedó.

Matilde hizo un esfuerzo supremo para no estallar en risa, y dijo:

-Pero está muy infantil, Raúl, ¿podrías hacer algo mejor?

Ese se lo regalé cuando salí de sexto grado y le gustó.

-Sí, pero eras un niño, ahora eres un hombre, y los hombres escriben como hombres.

Raúl, ofendido tomó su poema, y se fue corriendo; ella se dijo:

-Metí la pata.

Es temprano, un gato corre tras un ratón, el sol ya brilla, la calle está sola de gente, Raúl toca a la puerta de Matilde, sin camisa, bello y bruto como un asno.

Ella le pregunta:

-¿Qué quieres?

-Un poema para mamá:

Ella le dice:

-Te lo vendo.

-¿Cuánto cuesta?

-Un beso en la boca:

Él dice: "Hazlo, pues".

Ella, inteligente y dulce, responde: "No, el beso primero".

Raúl la tomó de un empellón, le besó sus senos, su cara, y luego la boca.

Ella dictó:

Por una mirada un mundo,
por una sonrisa un cielo,
Por un beso,
yo no sé qué te daría por un beso.

Gustavo Adolfo Bécquer.

La madre de Raúl quedó feliz con su poema, y él siguió, noche a noche, buscando un nuevo verso.

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