Mi experiencia en un largo viaje en autobús

cruzamilcar63 (76)Traveler 🇻🇪in Traveling Steem • 18 days ago

_{Imagen propia / F}

Era el mes de diciembre y un grupo de amigos, más que todo por vivir una nueva aventura, nos pusimos de acuerdo para viajar a Caracas, la capital de Venezuela, con el propósito de comprar ropa y zapatos, ya que muchas personas aseguraban que en esa ciudad los precios de esos y otros productos resultaban mucho más barato. Desde Carúpano, donde nos encontrábamos, hasta ese destino en el centro del país, el recorrido en autobús tardaba once horas aproximadamente. Nuestro plan entonces consistía en salir en la noche para arribar a Caracas en la mañana, realizar las compras durante todo el día y regresar esa misma noche para llegar en la mañana a la tierra de donde partimos.

_{Rumbo a la capital / F}

A las siete de la noche arrancó el colectivo que nos trasladaría hasta Caracas. Éramos cinco jóvenes emocionados ante la novedosa experiencia, guiados por una señora experta en esos avatares porque se dedicaba a la compra y venta de prendas de vestir. Cuando ya llevábamos más de dos horas en la vía, el autobús se detuvo repentinamente, mientras que escuchábamos en el exterior una desordenada algarabía. Nos encontrábamos en unos de los tantos pueblos ubicados en los márgenes de la carretera nacional, los cuales tienen por costumbre interrumpir el tránsito de los vehículos cada vez que los afecta un problema y el gobierno regional o nacional no se los soluciona a tiempo; en esa oportunidad, protestaban porque habían pasado más de cuatro semanas sin agua. Allí estuvimos detenidos por unas tres horas y media, hasta que se presentaron las autoridades pertinentes y restablecieron la circulación de automóviles.

Conscientes de que nuestros planes iniciales ya no se cumplirían como estaban proyectados, calculamos que estaríamos en la capital a horas del mediodía; si nos apresurábamos con las compras, algo que no nos parecía tan complicado, podíamos sin ninguna dificultad abordar un colectivo a las siete u ocho de la noche para regresar a Carúpano. Sin embargo, al autobús se le averió un caucho y nos volvimos a detener por más de una hora, en medio de una oscura y solitaria madrugada. Una vez superado el percance y el incisivo temor que infundía el lúgubre paraje, continuamos aquel accidentado viaje. Entramos, por fin, a Caracas, a las tres y media de la tarde; solo teníamos un corto tiempo para comprar y regresar de nuevo al terminal porque a las seis cerraba el sitio donde debíamos adquirir nuestros productos.

_{El regreso... / F}

Compramos con mucha prisa lo que pudimos, fue imposible escudriñar con mayor atención el inmenso mercado al que fuimos porque era imprescindible no perder el tiempo; ninguno teníamos suficiente dinero para pagar un hotel y pernoctar en la capital. A las siete de la noche estábamos todos de nuevo en el terminal; no pudimos abordar el autobús que salía para Carúpano a esa hora porque todos sus puestos estaban ya ocupados. Esperamos entonces que saliera el de las nueve y todos exhalamos un suspiro de alivio cuando cada uno estuvo, al fin, arrellanados en sus respectivas butacas.

No obstante, como no podía faltar un incidente desagradable, cuando nos alejamos del centro de Caracas, uno de los pasajeros se levantó con un revólver en la mano, encañonó al conductor y declaró que aquello era un asalto. Fue algo, en verdad, desconsolador; después de tantos problemas, existía el certero riesgo de que nos robaran todo cuanto habíamos comprado. Menos mal que un hombre trigueño y musculoso, quien después dijo que había sido militar, se abalanzó sobre el sujeto que nos amenazaba, lo despojó del arma (ya se había dado cuenta de que era de juguete) y lo neutralizó… No hubo, desde ese momento, ningún otro episodio que alterara nuestro viaje. Eso sí, nunca más se nos ocurrió realizar esos periplos nocturnos hacia la capital.