La vida era un constante dormir. Soñé que estaba en una cama dormido, en medio de una inundación. Por una extraña condición, quedaba dormido en cualquier parte en las más insólitas situaciones. Conversaba una vez. Mientras vertía leche en un cántaro. Despertó cuando una cabra me masticaba el cabello.

Jugaba algunas veces a las cartas. Pero quedaba dormido y todos aprovechaban a ver la mano que repartía. Así que la vida fue pasando y jugando muchas malas pasadas. Un día la suerte quiso que rescatara de los buitres un gato negro. Le quise enseñar el duro oficio de cazar ratones, pero este gato odiaba sobremanera cazar nada.

Se pasaba el día siguiendo mis pasos. Lo que no era del todo malo. La gente dejó de molestarme. Generalmente, se persignaban cuando nos veían. Así que podía dormir mientras el gato vigilaba, alguna vez me arañó la mejilla, pero se lo perdoné por lo crítico de la situación. Quedé completamente dormido en la línea, cerca de la estación. Pasaba una vieja locomotora de carbón. Estaba a punto de no despertar. El gato ha tenido este detalle conmigo.

Comenzaron los meses de lluvia. Vivimos en una casa a las afueras, cerca del río. La lluvia trajo ese olor magnífico a tierra húmeda. Los relámpagos no se hicieron esperar. Podíamos contar pelicanos o cangrejos de plástico. El gato estaba en su primera guardia. Yo silbaba una cancioncilla antigua mientras llevaba trastos para recoger el agua que se filtraba. El tiempo fue una masa negra y furiosa. Los árboles se quedaban sin hojas, se rompían las ramas y toda esa mezcla se fundía con el agua y los ruidos. Las ventanas querían terminar su agonía de ventanas en mal estado.

Me apresuré a cerrar la puerta y reforzar los espacios endebles. Recuerdo la cama y su comodidad. Parecía flotar sobre un lecho de algas o espuma. Un poco de frío no estaba mal. Sentía el gato a lo lejos. Como si la noche y el tiempo lo arrancaran de su ronronear cerca de la chimenea. Contaba ovejas y nubes. Todo era paz, el tiempo era lento, fugaz dragón cargando mi cuerpo, mis miedos. El gato mordisqueaba mis dedos. Maullaba.

Era un sueño embadurnado de mieles y algodón de azúcar. El gato dejaba la vida. Mordía mis mejillas. Sentía esta sensación de sus dientes, pero todo era lejano, confuso. Podía eliminar el jodido gato, o perdonarle la vida. Si me dejara al menos dormir cinco minutos más.

Life was a constant sleep. I dreamed I was in a bed asleep, in the middle of a flood. Because of a strange condition, I would fall asleep anywhere in the most unusual situations. I was talking once. While pouring milk into a pitcher. Woke up when a goat chewed my hair.

He played cards sometimes. But I would fall asleep and everyone would watch the hand I was dealing. So life was passing by and playing many tricks. One day, as luck would have it, I rescued a black cat from the vultures. I wanted to teach him the hard job of hunting mice, but this cat hated to hunt anything.
He spent the whole day following in my footsteps. Which wasn't all bad. People stopped bothering me. They usually crossed themselves when they saw us. So I could sleep while the cat kept watch, once scratched my cheek, but I forgave him for the criticality of the situation. I fell completely asleep on the line near the station. An old coal locomotive was passing by. I was on the verge of not waking up. The cat had been so kind to me.

The rainy months began. We lived in a house on the outskirts, near the river. The rain brought that magnificent smell of damp earth. The lightning was not long in coming. We could count pelicans or plastic crabs. The cat was on its first watch. I whistled an ancient ditty as I carried junk to catch the seeping water. The weather was a black, raging mass. Trees were left, leafless, branches were broken and all that mixture melted with water and noises. The windows wanted to end their agony of windows in disrepair.

I hurried to close the door and reinforce the flimsy spaces. I remember the bed and its comfort. It seemed to float on a bed of seaweed or foam. A little cold was not bad. I felt the cat in the distance. As if the night and the weather were tearing it away from its purring near the fireplace. He counted sheep and clouds. All was peace, time was slow, fleeting dragon carrying my body, my fears. The cat nibbled my fingers. It meowed.

It was a dream smeared with honey and cotton candy. The cat was leaving life. It bit my cheeks. I felt this sensation of its teeth, but it was all distant, confusing. I could eliminate the fucking cat, or spare its life. If only it would let me sleep five more minutes.