El día que nos conocimos

in Venezolanos Steem11 days ago

—¿Recuerdas cuando nos conocimos?

Marta revolvía el azúcar de su té mientras su esposo descansaba frente a ella. Aquel preciso momento lo sintió como un deja vù. Aun cuando era verano, podía sentir la brisa de aquel invierno donde sus miradas se cruzaron por primera vez en la circunstancia menos favorable para el encuentro del primer amor.

—Dime, ¿lo recuerdas?

—Claro que lo recuerdo —respondió Francisco, todavía con los ojos cerrados—. Cómo no lo voy a recordar, ese día casi muero.

—Oh, pero ¡qué exagerado!

Marta soltó una carcajada y, aunque no quisiera, él también elevó una ligera sonrisa. Ese era su recuerdo favorito y le pedía a Dios que, de algún día volverse una anciana senil, nunca le permitiera olvidarlo. Aunque, al mismo tiempo, le pedía perdón a Dios porque uno de los días más tristes se volviera un recuerdo feliz. O tal vez fue un regalo para que su tristeza se disipara, como un mensaje divino de que, a pesar de los malos momentos, los buenos estarán siempre por venir. Siempre se preguntaba qué pensaría su madre al respecto, tal vez se riera con ellos o tal vez se ofendería. Tal vez diría «querida hija, este fue mi regalo de vida para ti».

—Bueno, estabas sentada en la mesa de té tal cual estás ahora —dijo Francisco incorporándose en la mesa y sirviéndose su propio té para acompañar a su mujer—, tan hermosa como te ves ahora, por acaso. Marta no pudo evitar ver su reflejo en el líquido frente a ella. Su rostro, a pesar de verse ligeramente más cansado, se conservaba tan bien como hace quince años. Al menos prefería recordar su sonrisa tímida y no las lágrimas que la invadieron durante la mayor parte del día.

Ese día el cielo era gris, como si se vistiera acorde a los sentimientos que invadían su corazón. Despedir a su madre no estaba en sus planes y todos le pedían que fuese fuerte, pero ¿cómo era eso posible? La palabra felicidad estaba vetada del diccionario aquel día. Ve a tomar aire, le decían, ya deja ese libro. Se había aferrado al libro favorito de su madre, intentando buscar desesperadamente entre sus páginas un vago recuerdo de su presencia. La casa estaba llena de parientes que ni siquiera conocía, se sentía ajena al lugar y ese libro era lo único que la reconfortaba. «Madre, mándame una señal, ¿qué se supone que debo hacer?», pensó una y otra vez.

—Ya suelta ese libro y sal de aquí, este ambiente triste solo empeorará tu ser —una de sus tías, sin recordar cual, le quitó el libro de entre sus manos e hizo que se levantara del sofá—. A tu madre no le hubiese gustado verte así.

A regañadientes salió al jardín, donde varias otras personas conversaban. Notaba que ninguno tenía los ojos hinchados, ni lloraban e incluso carcajeaban. Aquello lo sintió como la más grande ofensa, ¿no ven que es un funeral? Sin poder mantenerse un segundo más en pie decidió ir hasta una de las mesas del jardín y se sirvió una buena taza de té de camomila que sabía que habían puesto a disposición en un momento tan horrible como ese. Mientras seguía estudiando el rostro insensible de los invitados, pudo notar el único rostro que mostraba cierta preocupación y automáticamente destacó sobre los demás.

Aquel hombre iba paseando de lado y lado, asegurándose de hablar con cada uno de los presentes. Demostraba una grande pena y respeto, como si le doliera más la muerte de su madre que a cualquiera de sus conocidos más allegados. No le quitó la mirada de encima hasta que fue su turno de conocer a ese hombre misterioso, el cual sin preguntar y con la confianza de como si la conociera de toda la vida, se sentó en su mesa y se sirvió también una taza de té.

—Buenas tardes, señorita, que lamentable situación, ¿no cree? —el hombre sacudió la cabeza de un lado a otro mientras cuidadosamente agregaba un cubo de azúcar a su taza.

—Disculpe, ¿usted la conocía? —su intriga de saber quién era ese hombre la carcomía.

—Oh, por supuesto. La conocía muy bien. Una excelente mujer. Qué Dios la tenga en su santa Gloria.

Marta no pudo evitar arquear una ceja, ¿será que su madre tenía amistades que no conocía?

—Por cierto, señorita, ¿tiene idea usted de a qué hora es la cena? Quiero decir, es que tengo un compromiso importante después de la cena y no me lo quiero perder.

—La cena es a la 6pm. Disculpa, ¿cómo se llama?

—Oh, Francisco, un placer —extendió su mano amablemente, esperando la respuesta de ella.

—Podría saber de dónde conoce a la señora Margarita —cuestionó Marta extendiendo su mano con duda, pero con curiosidad de saber hasta dónde llegaría esa conversación.

—Soy su yerno.

Marta no pudo evitar soltar una carcajada tan notoria que llamó la atención de las personas más cercanas. Francisco tomó su mano con desconcierto, sin entender su extraña reacción.

—Pues, qué extraño, la señora Margarita tiene siete hijos y, a menos que usted tenga afinidad por hombres, la única mujer soy yo y no estoy casada.


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Francisco palideció y por alguna razón eso le dio cierta satisfacción y le causó gracia. En ese momento, el sol dio un pequeño asomo y pudo notar como el brillo momentáneo se reflejaba en sus ojos cafés. El hombre se incorporó rápidamente y con toda la seguridad del mundo besó la mano de Marta y con una leve sonrisa transformó esa tarde fúnebre en el mejor de sus recuerdos.

—En ese caso, si me permite, seré el futuro yerno de la señora Margarita, qué en paz descanse —dijo mirando al cielo sin soltar su mano.

Marta no tenía idea de por qué aquél extraño encuentro le daba una buena sensación. Sus miradas no se apartaron hasta que el grito de su padre los sacó de su pequeño cuento de hadas.

—Oh, no, me tengo que ir. —dijo Francisco con pánico.

Su padre correteó al hombre que, en efecto, sería su futuro esposo, expulsándolo del funeral al que entró sin invitación. Con el tiempo descubrió que no conocía a nadie y solo se escabulló para aprovechar la cena gratis de los funerales, fingiendo ser pariente. A algunos les dijo que eran amigos lejanos. No sabía si era la audacia, el descaro de mentir o el hecho de que la hiciera reír en un momento tan triste, pero se enamoró inmediatamente de ese hombre y lo tomó como la señal que tanto le pidió a su madre y fue ahí que supo qué hacer.

—Entonces, crees que me veía tan hermosa como ahora —cuestionó Marta, volviendo a la actualidad tras recordar los detalles de su primer encuentro, con una sonrisa tímida y su mirada fija en el libro en su regazo que leía cada vez que necesitaba respuestas de su madre.

—No, la verdad no. Opino que ahora te ves más hermosa.

Y así, con la misma delicadeza de hace quince años, tomó su mano y depositó un suave beso en el dorso de su mano, igual que en el día en que la conoció.


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Esta ha sido mi participación para el Concurso de Arte y Escritura #151 e invito a participar a @gertu

¡Buena suerte a todos!

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Gracias por publicar en #VenezolanosSteem
Ay, qué belleza de texto. Genuino y creativo. Hay personas que llegan a nuestras vidas en el momento oportuno, casi como si fueran enviados por los ángeles. Así entró Francisco en la vida de Marta y la conquistó con sus ocurrencias y sus gestos de amor.

Te aplaudo de pie. Gracias por estar. Un abrazo.

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¡Muchísimas gracias! A penas vi la primera obra se me vino esa frase de "recuerdas cuándo nos conocimos" porque la pintura me transmitia un momento casual entre una pareja de años.

Lo interesante de estas obras es que puedan despertar la creatividad en la persona que la observa. Así como lo has hecho tú. Un abrazo.

Hola amigo, que hermosa historia de amor, un encuentro que dejó pasar un rayo de luz a un día tan gris, nos atrapas de principio a fin, dejando fluir las emociones con tu historia.
Ha sido un gusto leerte.
Saludos, te deseo mucho éxito.

¡Muchísimas gracias!