A la distancia cualquiera podría decir que las tres mujeres limpiaban el campo tras la cosecha, pero sólo ellas y alguien más cuya labor ocurrió fuera de cuadro, saben de qué hablan.

—El dolor durará unos días y entonces podrás hacer tareas pesadas de nuevo —explicó la mujer del paño azul a la que menos se doblaba del grupo.

—¿Estás segura?

—Sí, ya he hecho esto varias veces.

—¿Cómo haces para que nadie se entere? —preguntó la mujer del paño rosado.

—Mi mamá me presentó a la comadrona cuando quedé embarazada a los quince. Esta mujer y las demás del gremio ayudan a jóvenes que tienen relaciones fuera del matrimonio o son violadas. Sus métodos para provocar el aborto duelen una vez que los efectos de las plantas desaparecen.

—¿Cuántos abortos te has hecho? —preguntó la hasta hace poco, grávida mujer.

—Cinco.

—¿Cinco? ¿Sólo cinco?

—Yo no cojo con frecuencia. Ya sabes que tengo fama de difícil.