Las cuatro estaciones (serie de Netflix). Una metáfora de la vida
Saludos, mi gente preciosa.
Hace unos días vi una serie que, aunque me pareció muy linda, me dejó pensando desde entonces en lo efímera y frágil que es la felicidad.
Se trata de la serie Las cuatro estaciones, de Netflix, donde miramos a un grupo de amigos (tres parejas) que se conoce desde la universidad y comparte una gran cantidad de vivencias y lugares y amigos en común. De hecho, se reúnen con mucha frecuencia lo cual los hace más próximos, más íntimos, que muchas personas con quienes tienen vínculos sanguíneos. Los lazos de amistad entre ellos son realmente fuertes.
La serie es protagonizada por Tina Fey, Colman Domingo, Steve Farrell, Will Forte, Marco Calvani y Kerry Kenny-Silver, actores que ya están en sus cincuentas (algunos más), lo cual sirve para demostrar que son personas que tienen una trayectoria como padres, profesionales y amigos. Los secretos no existen entre ellos y las verdades se dicen abiertamente, aunque lastimen. De hecho, la dureza de los diálogos me dejó con la sensación de que, más que sinceros, eran muy duros entre sí.
La felicidad que se aprecia al inicio se va diluyendo. El título no es sino una metáfora a gran escala de la vida. Cada estación representa una situación, un estado de la vida del grupo de amigos y, obviamente, la primavera es la fase más feliz. O, mejor dicho, en la que lucen felices.
Aparte de actuaciones frescas, naturales, verosímiles, tenemos de fondo fragmentos de la obra del inmortal maestro italiano Antonio Vivaldi. Indescriptiblemente excelso.
Luego van llegando los problemas o el límite humano en la aceptación de ciertas situaciones y la primavera se acaba y da paso al verano, al otoño y al invierno. La serie hace énfasis en que las personas cambian, el entorno cambia, los gustos cambian. Y esos cambios algunas veces son impulsados por nosotros mismos, pero otras veces solo los sufrimos.
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Desde hace casi dos años estoy compartiendo, conociendo y saliendo con algunos amigos de mi compañero sentimental. Siento que no hay un mes en el que alguien no cumpla años, no tenga una situación en la que requiera ayuda o compañía, no nos llame para compartir un ratito sin motivo especial alguno, es decir, he estado en una frecuente cita grupal.
Lo curioso para mí es que este grupo de personas que hace apenas dos años eran amigos de mi compañero, gracias a él ahora también son mis amigos pues los míos quedaron en San Felipe, Barquisimeto, Valencia… eran mis compañeros de la carrera y ahora muchos kilómetros nos separan.
Como los amigos de la serie Las cuatro estaciones, hemos salido de paseo, a bodas, a conferencias, a un café, a reuniones de trabajo que terminan en una tasca. En fin, siento que estamos en una muy florida primavera. En estos casi dos años dos parejas de amigos se han casado; mi compañero y yo nos mudamos aparte pues antes vivíamos en la casa familiar de él; todos hemos consolidado nuestras actividades profesionales. Hemos tenido (e inventado) muchos motivos para celebrar.
Todos estamos en la primavera de nuestras vidas porque ninguno tiene una edad mayor de treinta y cinco.
Obviamente hemos tenido discusiones, diferencias, distanciamientos, pero todos los hemos resuelto casi de inmediato conversando entre los mismos afectados o con alguno del grupo sirviendo de conciliador.
De modo que en la siguiente reunión todos estamos con las amplias sonrisas que hasta ahora nos han acompañado y hablando todos con todos.
Sin embargo, sé que la vida no es una permanente primavera y un día llegarán eventos que dejen desolación y resequedad, devastación e inundaciones, pero indudablemente los amigos verdaderos siempre estarán para tomar nuestra mano y ayudarnos a levantarnos y seguir andando con pasos bien encaminados hacia la siguiente estación.