‎Donde había dolor ahí llegaba Samuel, muy peculiar su aspecto, calzado relumbrante, alto con una gruesa barriga que los botones se salían de su ojal.
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‎Un maletín remendado por todos lados, dando señal de un largo tiempo de uso, dónde traía sus implementos de trabajo.
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‎Sus lentes gruesos lo ayudaban a no confundir la pieza que provocaba tanta molestia, un gran anillo que rozaba el rostro de los clientes sin darse cuenta, muchas veces molestaba al introducir su rústica mano al interior de la boca.
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‎Su aterradora inyectadora, antigua, su metal gris y grueso daba la sensación de terror, mientras él, al sonreir dejaba a la vista de todos un diente de oro que se asomaba con delicadeza mostrando algo tenebroso en el. Era como su emoción de hacer su trabajo con delicadeza e incluso con verdadera pasión. ¡Si duele, grado 33!.
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‎Toda la comunidad había oído esa frase, pero la incredulidad permanecía en aquellos que no habían caído en sus manos. Ese secreto de confidencialidad muchas veces no lo respetaban, así alertaban a los ingenuos que buscaban quitarse una molestia, y los agarraba un dolor.
‎Mientras sus colaboradores sujetaban el cuerpo de Pedro, Samuel inicia su labor, aferrado a la silla como clavos incrustados en sus brazos, los pies sueltan bruscamente los zapatos quedando a la vista unos calcetines rotos, el pelo engreñado por tanto movimiento y su vestimenta casi en el cuello dan la impresión de su gran dolor.
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‎Samuel, muy seguro de su oficio prosigue con su extracción, calmado, cuidadoso de no dejar rastro de ese hueso malo en la herida, con las cejas ceñidas sigue intentando hasta lograr su azaña cueste lo que cueste. Debil, sin fuerzas y sin poder creer esta Pedro, ahí acostado asimilando lo vivido, sin darse cuenta las sugerencias de su especialista.
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‎¡Si le dolió!, ¡Grado 33!, era la señal para que no dijera en la comunidad y a sus amigos el dolor que sufrió, así siempre tendría un cliente que necesitará sus servicios. Aunque ese comentario corría como pólvora entre vecinos siempre había alguien que a pesar del temor infundido devia caer en las manos sutiles de Samuel.

Con su presencia aliviaba molestia, con su paciencia mostraba molestia, con su fuerza sacaba muela y todo lo que causaba dolor Samuel sacaba a todo corazon.
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‎Bendecido día, aquí les comparto mis anécdotas recreando a través de la escritura en #venezolanossteem y con @solperez Invito a participar a @alioly @petrarodriguez @evansros11 @carmari
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