‎Nostalgia de un pasado bonito y con recuerdos tristes. Un día santo, observando la procesión del santo del pueblo, Antonia deja caer unas lágrimas que llamaron mi atención. Mientras las personas salían de la iglesia, ella se secaba suavemente su rostro, como disimulando su debilidad.
‎Yo, de reojo trato de evitar su dolor presente. Me inquietó su melancolía, seguimos inmóvil, viendo el ir y venir de los creyentes entre oraciones, música y luz de aquellas velas que daban la serenidad por un favor solicitado o una gracia concedida.
‎¡Aurelio! Fue la frase temblorosa de Antonia. ¿Quién?, Fue mi interrogante.
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‎Inicio un relato tan hermoso y a la vez tan doloroso que ella lo llamo "La Cinta Negra". Antonia y Aurelio un amor marcado por la separación repentina. Los enamorados que compartían en sus tardes de visitas, uno al frente del otro, acompañados por un chaperon, evitando que ese amor se consumara antes del matrimonio.
‎A si era la costumbre de los años 1950. Rectitud ante todo. Honradez ante el acto nupcial, reglas respetadas no por obligación si no, por valores. Solo salían juntos a cargar agua ya que se necesitaba la figura masculina para que guiara la vestía de carga, Pero sin embargo lo acompañaba su madre.

‎Entre cada pausa que hacía Antonia, yo pensaba que emocionante vivir esa época, dónde existían elementos que nunca conocí.
‎Aurelio trabajaba en el ferrocarril como maquinista, su traje negro, resaltaba su delgadez y altura. La camisa blanca como capullo de algodon resaltaba por una Cinta Negra que hacía juego con su traje. la visitaba solo los fines de semana y aprovechaban los momentos juntos para preparar su boda.

‎Un día, en unos de sus viajes Aurelio vio una cama de madera, grande, con detalles grabados, se la lleva a la casa de su novia, ¡que regalo tan costoso! Lo dice la suegra emocionada por el novio complaciente.
‎En una de las visitas Aurelio de la nada enferma, le da un malestar raro, como el dijo. Lo llevaron al doctor y esté le recomendó reposo. Ese fin de semana tuvo que quedarse en la casa de Antonia, en esa habitación que los iba a unir para siempre. Él cuando se iba a preparar para descansar, se retiró de su cuello la cinta negra y la coloco suavemente en una de las puntas de la cama, le hizo un lazo y le observo detenidamente.

‎Antonia y su madre entran y lo ven ahí, inmóvil, sereno, como si no pasara el tiempo. Voltea y dice ”Mi amor, esa cinta nos acompañara siempre" Antonia pensó que era como viajaba en su trabajo, podría ser el motivo de su gesto.
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‎Pasa el fin de semana y sigue el malestar, era como una angustia, como algo que no sabía que era. El lunes temprano, se despide con la promesa que pronto se volverían a ver, y que al ver la cinta la recordara aún más.

‎Entre semana llegó la noticia, esa que sentían en su corazón sin saber que era. Aurelio murió, de un infarto. Increible, ese hombre ya no estaba, ya no había quien la acompañará en los actos religiosos del pueblo, ese ser frente a frente contado su recorrido en cada estación del ferrocarril. Ese amor en cada gesto de su compromiso, ya sola, sin ilusión solo recostada dónde por última vez vio y sintió el amor. La Cinta Negra fue el aviso de su partida. Joven viuda, así fue llamada en el pueblo por los habitantes cuando la veían pasar, llevará por sus pasos sin rumbo a través de los caminos que un día disfrutaron de su alegría entre risas y cuentos que le arrebato la vida.
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‎Este relato es mi niñez al lado de las hermanas flores, señoritas del pueblo que compartir sus vivencias de joven, entre minutos de silencio para contener el llanto, que les provocaba el no tener su pasado bonito, y vivir un presente lleno de nostalgia.

‎Bendecida tarde saludos a todos los que participan en #venezolanossteem con el arte y la escritura de la amiga @solperez Invito a participar a @nexcis @xaviduran @alblin16 @xaske
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