—No, no me puedo ir aún —chilló el viejo.

La muerte había venido por él. Era su hora y este no quería soltar el fardo de trigo que debía poner junto al montón. ¡Cómo era posible que ella hubiese venido por él justo ahora!

—Camina de una vez. Ya no queda tiempo.

El viejo no podía creer que ese esqueleto andante, con apenas más masa que él, pudiese arrastrarlo y llevarlo al más allá.

—Mi familia me necesita —argumentó, esperando a que esto le ayudase a permanecer de este lado al menos un día más.

—Ellos son muchos y tú ya has hecho bastante. Hasta tus huesos saben que ya no puedes continuar.

El viejo se rindió. Él siempre estuvo consciente de que el descanso nocturno ya no era suficiente y que la única motivación para seguir con sus labores, era poder comer y no recibir regaños por permanecer en la cama más del tiempo necesario.