EL PINTOR Y SU MUSA/PARTE XLII

Después de una noche llena de amor y ternura, amanecieron juntos, entregados una vez más a la pasión que los unía. La luz del sol se filtraba suavemente por la ventana, marcando el comienzo de un nuevo día. Juntos, compartieron un desayuno tranquilo, disfrutando del silencio y la complicidad que solo el amor puede crear.

El plan ya estaba trazado en sus mentes: Erik se encontró en un acogedor café con Victoria para conversar sobre un tema crucial. Hablaron del préstamo que ella necesitaría para comprar su propia vivienda, un paso fundamental para comenzar una nueva etapa en su vida. La idea era pagarla en cómodas cuotas, con la esperanza de construir un futuro estable.

Victoria también compartió con Erik que tenía una entrevista de trabajo ese mismo día. Le confesó que, si lograba conseguir ese empleo, no dudaría en aceptar el préstamo. No obstante, el pintor con una sonrisa le sugirió que aprovechara esa posibilidad, porque él percibía que ella tenía muchas probabilidades de conseguirlo.

Una vez acordado todo, Victoria se despidió para acudir a su entrevista, mientras Erik salió en busca de su amada en un lugar no muy lejos de allí. Los enamorados se reunieron de nuevo y conversaron sobre la decisión de Victoria, compartiendo sus esperanzas y miedos. En medio de la charla, el pintor le propuso que lo acompañara a Madrid, a su empresa de subastas, para que estuviera presente en la reunión que daría junto a sus empleados. Era una oportunidad para que ella conociera más de su mundo y compartiera su apoyo.

Emma y Erik acordaron viajar juntos a la empresa de él. Sin perder tiempo, ella envió un mensaje a su jefe para informarle que aún no regresaría, pero que seguiría desempeñando su trabajo con la misma dedicación de siempre.

—¿Entonces tomaremos un vuelo a Madrid, mi amor?—preguntó Emma, recordando que la oficina de Erik se encontraba en otro país.

—¡Así es, mi vida!—respondió Erik con entusiasmo—. Pero no te preocupes, voy a conseguir los boletos ahora mismo. Hablaré con Sebastián, que trabaja en el aeropuerto, y hará todo lo necesario para que estemos en Madrid lo antes posible.

A los pocos minutos, llegaron al aeropuerto. Se dirigieron hacia la entrada, donde Sebastián los esperaba para guiarlos en el proceso, asegurándose de cumplir con todos los protocolos y facilitar su ingreso al avión.

Una vez acomodados en sus asientos, Emma le tomó la mano a Erik y le confió lo feliz que se sentía por formar parte del nuevo proyecto de su amado.

—Quiero llevarte a recorrer algunos lugares en Madrid, mi amor—le dijo con brillo en los ojos. —Desde que la vida nos cruzó en el camino, mi inspiración ha aumentado. Siempre pensé en abrir mi galería de arte, pero tú, con esa fuente inagotable de emociones, eres la inspiración más intensa y apasionada que he tenido. Mostrar en cuadros todo lo que llevo dentro gracias a ti será un auténtico placer y un privilegio.

Las palabras del pintor enamoraban cada vez más a Emma. Ella le devolvió una sonrisa radiante, una felicidad plena que parecía imposible de ocultar ante el mundo. El avión surcaba los cielos en ese primer viaje de los enamorados. Aunque se trataba de un viaje de negocios, ambos estaban dispuestos a compartir y celebrar ese hermoso amor en cada escala.

—¿Desean alguna bebida en especial?—preguntó amablemente la azafata al acercarse a ellos.

—¿Tendrá jugo de naranja?—intervino Erik, mirando a Emma a los ojos.

Ambos optaron por el jugo, aunque el vuelo sería breve, contaban con un excelente servicio para hacer más agradable el trayecto.

Fuente

Finalmente, el avión aterrizó. La azafata dio la orden para descender y continuar con los procedimientos en el aeropuerto.

Erik sacó su celular del bolsillo y llamó a uno de sus chóferes para que pasara por ellos y los llevara a la empresa de subastas.

Fuente

—Mi amor, no trajimos maletas—admitió Emma, dándose cuenta de que la emoción la había distraído, y sin pensarlo, olvidaron empacar ropa para estar unos días en Madrid. No era lo que más importaba en ese momento, pero sí algo que debía resolverse.

—¡No te preocupes, mi vida!—dijo Erik con confianza, demostrando con cada gesto que estar preparado para imprevistos era parte de su carácter.

¡Quédate conmigo, hasta el final de esta historia llena de emociones!

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