EL PINTOR Y SU MUSA/PARTE XLVII
Previamente...
Erik y Emma visitan por primera vez el restaurante La Terraza del Indigo, un rincón hermoso, íntimo y cautivador. Desde lo alto de un edificio, disfrutaron de exquisitos platillos al aire libre, mientras la vista panorámica de la ciudad era admirada por ellos.
Mientras la velada avanzaba, Erik recibió una llamada de su asistente, Carolina. La noticia que le brindó fue excelente: el mobiliario para su galería de arte fue comprado para él y estaba listo para ser entregado. La emoción desbordó en su rostro, y sin perder tiempo, le contó a Emma lo ocurrido, compartiendo con ella aquel momento de alegría.
Al terminar la noche, regresaron a la habitación del hotel. Con una sensualidad que no podía esconder, Emma se despojó de su vestido y se entregó en los brazos del pintor, sumidos una vez más en una pasión ardiente.
Poco después, mientras Emma dormía plácidamente, Erik tomó su teléfono y contactó a su chofer para coordinar la entrega de sus materiales de pintura, dispuesto a crear nuevas obras maestras que reflejaran su alma y su inspiración.
Erik terminó la pintura inspirada en el amor de su vida, una obra que reflejaba no solo su cariño, sino también la felicidad que experimentaron al visitar aquel museo. En ella quedó plasmada la sonrisa radiante que Emma le regaló en aquel momento. Luego, creó otra pieza desde la mirada de ella, capturando esa expresión que lo mantenía cautivado: una intensidad silenciosa, un deseo profundo de sentirla una vez más junto a él, sin palabras, solo con la fuerza de su mirada.
Minutos después de haber guardado todos los materiales y de haber dejado la zona reluciente, sin hacer el menor ruido, Erik se acostó junto a Emma. La rodeó con sus brazos fuertes, mientras le daba suaves besos en el cuello, disfrutando del calor de su piel y de la calma extensa en su respiración.
Emma levantó delicadamente la mano y la llevó hasta el rostro del pintor. Entre beso y beso, se entregaron una vez más a esa pasión que los unía, dejando que sus corazones latieran al unísono en un arranque de amor intenso. En esa sensación de plenitud, ambos se durmieron profundamente, hasta el siguiente día.
Sin alarma activada y con un corazón aún agitado por los sentimientos, Erik empezó a preparar su equipaje. La ilusión y el deseo de agradar a la familia de Emma lo motivaban: un viaje que, aunque sencillo, significaba mucho para él. Quería que todo fuera perfecto.
—¿Emocionado, mi amor? —preguntó Emma, cubriendo su cuerpo con la sábana blanca, luciendo radiante como siempre.
—Entusiasmado, nervioso, enamorado y apasionado por ti. Hoy es un día muy especial. Espero poder compartirlo también con tus dos hermanos. Sé que tienen sus obligaciones universitarias y sus tareas, pero no todos los días un futuro cuñado tan gracioso y entrañable como yo decide visitarlos.
Emma soltó una carcajada, segura de que su pintor sería bien recibido en casa de sus padres. Su personalidad contagiosa le daba la confianza de que esos días estarían llenos de alegría y buenos momentos.
—¿Estuviste despierto en la madrugada, mi amor? —preguntó Emma, observando todo a su alrededor con curiosidad.
—¡Solo un par de horas! —respondió Erik, con una sonrisa. —Soy quien vela por tus sueños, mi amor, y me aseguro de que duermas plácidamente. —Había guardado las dos pinturas y ya planeaba que, mediante un mensaje, su chófer enviaría los cuadros a su oficina.
Aunque lo que delataba era el leve aroma a pintura en la habitación, Emma era una mujer muy observadora. Rara vez se le escapaba algo; y en aquel momento, nada podía pasar desapercibido ante su mirada atenta. Sin embargo, omitió lo que sospechaba.
Emma salió de la cama, cubrió su cuerpo con una sábana blanca y, junto a Erik, terminaron de hacer las maletas. El plan parecía claro: unos días en Dublín, sin perder contacto con su equipo de trabajo y, aún más importante, con su nuevo proyecto. La emoción latía en sus corazones, pero también una cierta incertidumbre.
—¡En unas horas estaremos en Dublín, mi vida! —exclamó Emma con entusiasmo—. ¿Me acompañarías a mi oficina apenas lleguemos? Necesito resolver unos asuntos que, a distancia, no puedo solucionar. Ah, y por cierto... ¡estabas pintando! Sé que una vez más me sorprenderás. —Sonrió con complicidad, sabiendo que su viaje con el pintor quizás escondía otro plan.
Erik la miró con confianza, tomando sus manos. —¡Iré contigo, mi amor! Además, quiero conocer a tu jefe y a tus compañeros. En especial a Karla. Tal vez, después de esto, no vuelva a molestarte nunca más. —Hizo una pausa y añadió con tono divertido—. ¿Y sabes qué? Tú también tienes poderes de adivina. ¡Eres toda una artista! —Se rieron juntos, reforzando esa complicidad que los unía más allá de la belleza física.
Con todo listo para partir, salieron de la habitación del hotel tomados de la mano. El chófer los saludó con su acostumbrada sonrisa y subieron al vehículo que los llevaría al aeropuerto.
Durante el trayecto, Emma le habló a Erik sobre los planes que tenía para cuando se reencontraran con su familia. Ambos habían acordado preparar un almuerzo y, por la noche, encender una fogata —siempre deben no acercarse a vegetación seca para evitar un incendio—.
Emma también tenía asuntos pendientes en su trabajo. Quería tomarse más tiempo del previsto para llegar temprano a casa de sus padres y compartir con toda su familia.
—Tengo dos citas muy importantes —le dijo Emma—. Son con empresarios reconocidos, quizás hayas escuchado sus nombres. Aunque también creo que tu apellido está resonando en todos lados, amor. Tu abuelo Víctor fue famoso y muy querido. Si no me equivoco, tengo una invitación a la casa de tus padres, para ver la pared donde se exponen los cuadros que tu abuelo pintó. —Su mirada se llenó de nostalgia al recordar la propuesta que le había hecho días atrás Erik.
Él tomó sus manos suavemente y, con un tierno beso sobre ellas, le sonrió y asintió con complicidad.
Finalmente, llegaron al aeropuerto. Cumplieron con todos los protocolos, abordaron el avión y Emma se acomodó al lado de la ventanilla, con Erik a su lado. La vista del cielo y las nubes parecía reflejar sus pensamientos internos, haciendo de ese primer viaje el inicio a una aventura llena de la magia de su amor.
—Mi vida, ¿alguna vez has pensado en la familia que te gustaría formar? —preguntó Erik, esperando una confesión—. Nunca antes te lo había mencionado, pero creo que es un tema que merece ser hablado. Y qué mejor momento que ahora, cuando nuestro amor ha demostrado ser fuerte, estable y genuino. —Pronunció la palabra “familia” con una intención especial, como si prometiera algo en su interior.
Emma le sonrió con nerviosismo, pero también con esperanza. —¿Sabes que sí lo he pensado? —dijo. —Las expectativas son parte del camino, ¿no?
Emma le hablaba muy emocionada, expresaba a detalle todo lo que para ella sería un sueño. Así al terminar de escuchar esa confesión tan importante, Erik sintió que su corazón se aceleraba. Colocó su mano sobre la de ella, intentando calmar esos latidos desbocados. Ambos eran diferentes, pero tenían en común mucho más de lo que alguna vez imaginaron.
Las horas de vuelo transcurrieron lentamente, y al aterrizar en la pista, la azafata anunció que los tripulantes debían prepararse para continuar con el protocolo y finalmente llegar a su destino.
—¿Llamamos un taxi, mi amor? —preguntó Erik, siempre un paso adelante, buscando tener todo bajo control—. Investigué una aplicación que nos permite solicitar el servicio de inmediato.
—¿Ves ese vehículo negro? —dijo Emma, señalando un coche estacionado a unos metros al salir del aeropuerto—. Tiene un letrero que indica si está disponible o no, y será nuestro medio para llegar a la oficina. Espero que no sea un problema para ti, mi vida.
Emma también sabía cómo tomar la iniciativa, cómo resolver los asuntos sin complicaciones. Con una confianza serena, asumía el control de la situación.
Erik la observaba con admiración. Ella no necesitaba un chófer privado para gestionar sus diligencias, y eso era suficiente para confirmar que, para Emma, su posición social o su herencia no eran relevantes en lo más mínimo. Para ella, lo importante era la sencillez y la independencia que mostraba en cada gesto.
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El pintor y su musa/Parte I
El pintor y su musa/Parte II
El pintor y su musa/Parte III
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El pintor y su musa/Parte V
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El pintor y su musa/Parte XXVIII
El pintor y su musa/Parte XXIX
El pintor y su musa/Parte XXX
El pintor y su musa/Parte XXXI
El pintor y su musa/Parte XXXII
El pintor y su musa/Parte XXXIII
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El pintor y su musa/Parte XXXV
El pintor y su musa/Parte XXXVI
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El pintor y su musa/Parte XXXVIII
El pintor y su musa/Parte XXXIX
El pintor y su musa/Parte XL
El pintor y su musa/Parte XLI
El pintor y su musa/Parte XLII
El pintor y su musa/Parte XLIII
El pintor y su musa/Parte XLIV
El pintor y su musa/Parte XLV
El pintor y su musa/Parte XLVI
Llegó el gran día de conocer a la familia de Emma, estamos atentos para conocer como se desarrolla ese esperado encuentro.