EL PINTOR Y SU MUSA/PARTE XXXII

Erik había recibido una lamentable noticia para cuando se encontraba en su cita con el amor de su vida. Inevitable percibir su tristeza a través de esa videollamada, tal cual si vio la necesidad de darle fin para atender su asunto personal.

Habló con Victoria la cuidadora de su abuela. Ella le había informado que la señora había fallecido minutos antes. Encontrándose sumergido entre el dolor y el confort de sentir el amor por parte de Emma, no sabía cómo actuar, qué decir, y qué sentir.

Tomando una respiración profunda, se comunicó de nuevo con Emma, hizo de su conocimiento lo ocurrido, y aunado a ello, le dijo a su amada que le devolvería la llamada.

Emma fue empática y comprendió la situación.

Dublín

—Solo espero que Erik pueda sobrellevar esta sentida pérdida. Su abuela Martha era muy importante para él y más aún cuando le había prometido a su abuelo, cuidar de ella.—Emma se hablaba así misma mientras bebía un sorbo de su café.

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Ella pasó las siguientes horas sentada en su sofá, con su celular cerca, pensando en qué podía hacer para consolar de alguna forma u otra al amor de su vida. La distancia estaba tocando un momento delicado y triste en su relación.

Emma y la señora Martha no pudieron conocerse en persona. La ausencia será incómoda para cuando el pintor visite la casa de su ahora difunta abuela y su choque con la realidad. La pérdida de un ser querido te lleva a pensar en que debe ser una terrible pesadilla y que pronto podrías despertar, pero el contraste estaba presto a ocurrir, cuando un saludo, un abrazo, y una sonrisa deja de ser.

—Tomar café y ante esta situación me será difícil conciliar el sueño, pero debo intentarlo. Mañana necesito estar enérgica, hay mucho trabajo y el pequeño inconveniente con Karla es algo en lo que debo ser muy sabia para poder lidiar con ello.—Emma se había levantado para buscar una cobija y acostarse sobre el sofá.

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Madrid

En el aeropuerto...

El pintor consiguió un vuelo disponible, por lo que enseguida comenzó con el protocolo del aeropuerto. Sin equipaje y con un corazón destrozado abordaría el avión.

¿A quién visitaría? ¿A su abuela con una amplia sonrisa y repitiendo que él es su nieto favorito? ¿O un cuerpo frío al cual no podría volver a abrazar?

Su rostro demostraba el dolor que calaba hasta sus huesos, a pocas horas se encontraría con su familia después de algunos meses. Nadie más sabía de la herencia por parte de su abuelo Víctor, y todo para evitar disputas entre ellos.

—¡Lo lamento abuela! No cumplí mí promesa.—Erik empuñaba su mano y tensaba su mandíbula, dolor, frustración y el hecho de tener que aceptar la triste noticia, marcaba en él un escenario gris.

Sus lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas, cerró los ojos y se quedó dormido.

Poco después...

—¡Disculpe, señor! El avión ha aterrizado.—Era una joven quien se había acercado a él.

El pintor limpiaba sus lágrimas, y agradeciendo el gesto amable de aquella mujer, se levantó del asiento y salió del avión.

Al caminar dentro del aeropuerto, sacó el celular del bolsillo de su chaqueta y se comunicó con uno de los choferes que trabajó para su abuelo, acordó esperarlo y así mismo dirigirse hacia la casa de la señora Martha.

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Minutos más tarde...

—Señor Erik, ¡Estamos listos para irnos! ¿Su equipaje?.—El chófer hablaba y al notar el rostro del pintor prosiguió ¡Discúlpeme!

—¡No se preocupe, es su trabajo estar al pendiente de muchos asuntos!—Respondió entre lágrimas Erik.

En dirección hacia la casa de su abuela, sin ninguna palabra expresada, el chófer miraba a través del retrovisor a quien era su actual jefe, y aunque intentaba hablarle, hacerle sentir que contaba con su apoyo, que sería un oído empático mientras que Erik quisiera desahogarse, eso le staba permitido, pero su chófer prefirió mantenerse en silencio.

La decepción hacia él mismo parecía no cesar, no tenía nada más en su mente, solo los momentos que había compartido con su amada abuela, así como con su abuelo Víctor. Él se encontraba solo, y aunque era muy familiar, la persona más cercana era la señora Martha.

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