EL PINTOR Y SU MUSA/PARTE XXXV

Erik dedicó unas palabras a su difunta abuela durante el velorio. Los recuerdos, sin duda, serían un tesoro que atesoraría para siempre. Entre sonrisas y lágrimas, su mente revivía aquellas imágenes de su niñez, momentos emotivos que decidió compartir con familiares, amigos y allegados de la señora Martha.

Al terminar, Erik salió a la puerta de la casa en busca de aire fresco. De repente, tropezó con su primo Óscar, a quien hacía mucho tiempo no veía. Ambos se saludaron con una sonrisa, pero fue la inesperada aparición de Emma, el amor de su vida, lo que captó por completo su atención. Sin decir palabra, ella se acercó, y juntos, en silencio, se miraron.

Emma lo invitó a salir afuera, y él, tomándola de la mano, caminó a su lado. Se extrañaban el uno al otro; aquel encuentro no estaba planeado para ese día. Pero, a veces, el destino nos sorprende con momentos que cambian nuestras vidas en un instante.

Y mientras los enamorados conversaban, los padres de Erik salieron de la casa en busca de su hijo, pues previamente habían estado hablando con su primo Óscar.

— ¡Erik, discúlpame! ¿Nos presentas a esta señorita? Tu madre y yo nunca la hemos visto. Supongo que tienes mucho que contarnos — dijo el padre de Erik, acercándose al pintor y a Emma con una pregunta algo inoportuna.

— ¡Mamá, papá! Ella es Emma. Sé que la ocasión no es la más apropiada, pero percibo el interés de ambos en saber quién es la mujer con la que estoy platicando. Además, mi primo Óscar siempre ha sido el informante en esta familia. Estoy completamente seguro de que, gracias a él, se han enterado de que estamos aquí — respondió Erik a su papá con una sonrisa.

Los padres de Erik se miraron entre sí y luego dijeron...

— ¡Tienes razón, hijo! Tu primo Óscar es todo un personaje — expresó el padre de Erik.

— ¡Es un placer conocerlos! — Emma extendió su mano y la estrechó con los padres del pintor.

Aunque los minutos a solas entre Emma y Erik parecían haberse tomado un receso, la picardía en sus miradas seguía interponiéndose en la charla que lideraban sus padres.

Ellos conocieron a Emma, mostraron respeto y amabilidad. En medio de una conversación, surgió una invitación que hizo que Erik comenzara a sentirse más cómodo.

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Emma y Erik permanecieron un poco más en las afueras, para luego regresar a la casa de la señora Martha, junto a los padres de él. Entonces, debían despedirse de los presentes y pasar la noche juntos.

El pintor le pidió a su chofer que los llevase al apartamento, y dentro del vehículo, Emma apoyó su cabeza sobre el hombro de Erik, quien acariciaba y entrelazaba, con ternura, los cabellos de su amada.

Las lágrimas dieron paso a sonrisas, una tras otra, acompañadas de miradas llenas de ternura.

— ¿Cómo te sientes, mi amor? — preguntó Emma, suspirando.

Llevando delicadamente la mano a la barbilla de Emma, Erik besó sus labios y dijo: — ¡Estoy enamorado! Así es como me siento.

— Y me alegra mucho que sea así, porque eres correspondido a cabalidad, Erik — respondió ella, con un apasionado beso. Era el preludio de una larga y romántica noche.

Los corazones de estos dos amantes latían intensamente, encendiendo cada rincón en su interior. Era el aroma de sus pieles desnudas, un beso profundo, y palabras en armonía con el vaivén de esos deseos que, entre ellos, jamás estuvieron prohibidos.

Finalmente, llegaron a su destino. Erik se apresuró a bajar del coche, abrió la puerta con cuidado y tomó la mano de Emma, guiándola juntos hacia el apartamento. La cercanía entre ellos parecía llenar el aire de una promesa silenciosa.

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—Mañana tengo que despertar temprano. ¿Quieres acompañarme, mi vida?—susurró Erik, abrazando suavemente el cuerpo de la mujer que se había convertido en el centro de sus pensamientos. Con esa invitación, le entregaba más que una simple compañía; le entregaba la esperanza de compartir un momento más, de fortalecer ese vínculo que los unía.

Ambos sabían que su verdadero propósito era estar juntos, atravesando un proceso de duelo. La distancia entre ellos, en ese instante, parecía solo una palabra más, una que creían poder huir. Pero el destino, implacable, los puso a prueba, cobrando vidas y revelando la profundidad del amor que desde entonces se profesan, un amor que sigue resistiendo y creciendo a pesar de todo.

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