Una tarde nublada en Lagunillas, estado Mérida, dos hombres compartían una botella de miche en un rincón olvidado de lo que alguna vez fue un animado café, justo en la esquina de la plaza Sucre. El lugar había cerrado hace años por la situación del país, pero su sombra aún ofrecía refugio a los que querían conversar. Nerlin y Ángel, viejos amigos de toda la vida, aprovecharon la ocasión para sentarse allí, justo cuando las ferias comenzaban a colorear el pueblo con risas, música y recuerdos.

Ángel observaba a su amigo con resignación, sabía que Nerlin estaba removido por la presencia de Noraima, quien había regresado al pueblo después de muchos años, él hablaba de ella con voz quebrada y ojos perdidos, "gracias a la feria volvió," decía una y otra vez, aferrado a la esperanza de que quizás, ella aún sintiera algo por él. Aunque en el fondo sabía que no podía enamorarla como antes, él ya tenía una familia, una mujer noble y unos hijos que lo esperaban en casa, pero aun así el recuerdo de Noraima le removía el alma.

Ángel solo escuchaba, no había reproches, ni consejos, solo acto silencioso de estar presente, a veces eso es todo lo que un amigo necesita. Lo que Nerlin no sabía es que Ángel también había amado a Noraima, de hecho la había visto en la feria, habían conversado, reído, y hasta la había invitado a almorzar en casa de su madre. Pero no quiso decirlo, mejor callar y brindar en nombre de aquella mujer que una vez les partió el corazón, y hoy los volvía a reunir en una vieja herida que no había cerrado.

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