Ahora bien, aunque la letra de esta canción tiene tintas románticas, cuando era niña, frecuentemente llegué a escuchar que mi papá la entonaba y, lo hacía con tanta pasión que, me gustaba oírlo, pero una tarde, las cosas comenzaron a cambiar cuando le pregunté si el dueño del caballo lo había dejado ir, porque estaba viejo.

  Después de una armónica carcajada por la inocencia y el sentido que le di a la pregunta, mi papá aprovechó el momento para explicarme que cuando llegamos a cierta etapa de nuestra vida, emprendemos el camino hacia la independencia y, dejamos de vivir en la casa donde crecimos para galopar la vida en otra sabana.

  Luego de estas palabras, en mi mente se dibujó una sabana cubierta del pasto verde y, la adornaba las flores más esbeltas del mundo; siendo este un lugar idóneo para brillar con nuestros talentos. Al contarle esta novedad, él me dijo que para ir a ese paraíso, tenía que enamorarme de los estudios y de buenas acciones, porque con esa educación aportaría mi granito de arena para fomentar un mundo mejor.

  Escuchar esta canción me impulsa a reflexionar sobre la metáfora, ya que siento que es idónea para estimular el pensamiento gráfico y, cuando dicho impacto lo percibo en la presencia de la especie animal, hace que todo sea más simbólico para mí, porque todo lo que está relacionado con los animalitos, me encanta y enternece.

  Si de datos curiosos se trata, recuerdo que en una ocasión, un señor oriundo de Barinas me contó que Caballo Viejo expresa una historia de amor que nació en el estado Apure, finalizando la década del 70. Posteriormente, Díaz la interpretó y catapultó como el himno del amor que no se rige por edades, pero sí de este noble sentimiento.

¡Muchas gracias por leer mi publicación!