Tener la facultad de emplear la representación gráfica de nuestro idioma en una historia que va a conectar con lo verosímil e inverosímil de la vida, es un arte que nos enseña a valorar más la escritura, porque en ella hay un mundo de aventuras que nos impulsa a soñar.

  Debido a lo anterior, fomentar en mí esta habilidad, me ha enseñado que, escribir es un don maravilloso y, aprovechando que nuestra amiga @solperez nos brinda la oportunidad de estimular la redacción, me uno a su dinámica. Sin más preámbulo, comienzo con mi participación.

  La tarde está muy rosagante; típico en la temporada de verano. El firmamento azul del cielo se visualiza totalmente despejado cuando una bandada de loros está volando alrededor de la casa de Jacinta. Los plumíferos van de un árbol a otro mientras emanan un melodioso cántico que ameniza más el ambiente.

  Como todas las tardes, Jacinta está lista para continuar con las clases de costura que le imparte a sus hermanitas. Cada una saca su pequeña, pero muy cómoda silla de mimbre y se sientan frente a ella para ver con atención los trucos que hace su hermana. Entre recomendaciones, chistes y motivación, transcurren los primeros treinta minutos, pero un extraño movimiento ha generado que la concentración se pierda.

—Hay algo en la planta de lavanda. —dijo Teresa mientras la observa con asombro

  Jacinta voltea rápidamente, pero no logra ver algo extraño y, le expresa a su hermana que lo más seguro fue que hubo una tan brisa fuerte que las hizo bailar. Aunque todas continuaron cociendo la cortina que le obsequiarían a la abuela el día de su cumpleaños, Teresa siguió atenta al movimiento que vio; ella estaba segura de que no era cuestión del viento lo que había visto.

  Unos cuantos minutos después, un bulto negro se alcanza a ver en un costado de la lavanda cuando Teresa grita afirmando que hay un hombre oculto. Las hermanas se levantan de sus sillas y dirigen la mirada hacia las plantas. Al confirmar que sí hay un sujeto observándolas, los gritos interrumpieron la armonía que había en la casa.

—¡Socorro! ¡Socorro!. —clama Jacinta cuando ve la mitad del cuerpo de un mendigo

  Cuando el clamor de Jacinta llegó a su segundo aviso, el pequeño felino que estaba en la entrada de la casa, después de un maullido, se transformó en un gigantesco e imponente tigre. Su primer rugido fue tan fuerte que, las flores que tenía la planta de lavanda, volaron y dejaron descubierto al mendigo de baja estatura.

—No me hagan daño, ¡Por favor! Solo quiero un mendrugo de pan. Expresó el mendigo mientras se arrodilla—. Espera un momento, Mufasa— Es la orden que da Jacinta.

  Con cautela, Jacinta se acerca al mendigo y, se da cuenta de que las intenciones de este extraño hombre no son lastimarlas. Le tiende la mano para que se levante asegurándole que todo está bien, porque así como él no es un peligro para ellas, Mufasa no lo será para él; comentario que generó en todos una risa nerviosa.

  Teresa se acerca a su hermana. Le pregunta si está segura de lo que hace y, Jacinta le dice que una mirada tierna, en conjunto con la voz melodiosa, son los elementos que caracterizan a las personas de buen corazón y, ese hombre representaba a la nobleza. Ante estas palabras, la tranquilidad llegó al cuerpo de Teresa.

  El mendigo, impresionado por el guardián oculto que tenías las hermanas, pregunta si él se quedaría así. Entre risas, Teresa le dice que no; para demostrárselo, pasó su mano sobre la cabeza de Mufasa y rápidamente este felino volvió a ser el pequeño gatito amoroso que siempre está en la entrada de la casa disfrutando de un ambiente armónico.

  Después de un buen baño, una merienda de reyes y el obsequio de ropa limpia, el mendigo agradece la ayuda que recibió de las hermanas y, emprendió su camino, pero antes les asegura que, por primera vez, alguien no lo golpea cuando pide comida, siendo esto algo muy valioso para él.

¡Muchas gracias por leer mi publicación!