Arte y escritura #156 || La pelea que nunca quise.

Desde muy niño, siempre he sido alguien para quien pelear, literalmente, no tiene ningún sentido; aborrezco las confrontaciones y las discusiones innecesarias, más aún si implican violencia. Aunque, hoy en día, eso no significa que sea alguien que se deje intimidar y que no sepa defenderse; me conozco bien y sé qué tan capaz soy.
Sin embargo, esto no siempre fue así. Cuando era jóven me gustaba practicar deportes: jugar al fútbol, béisbol y básquetbol, los deportes con mayor popularidad. Para ello, solía salir a la calle y participar en esos juegos, o como dicen en nuestra tierra, en esas caimaneras en compañía de mis amigos de infancia, que mayormente eran los vecinos de mi calle.
Siempre solía hacer equipo con ellos y competir con los niños de la otra calle; eran nuestros rivales a muerte, como solíamos decir… cosas de niños. Dentro de nuestro pequeño grupo había un niño, dos años mayor que yo; el más hábil a la hora de jugar y el más fuerte a la hora de pelear. Era el bravucón de la calle; el cacique como algunos le llamaban.
Ninguno de nosotros se atrevía a hacerle frente, y cada vez que alguien llegaba al extremo de pelearse con él, salía perdiendo, llorando y, además, con el rabo entre las piernas.
Me pasó en una oportunidad, y después de eso, me daba miedo volver a pelearme con él. Por lo que, desde entonces, prácticamente lo dejaba liderar sin oponer resistencia, y cada vez que, por algún motivo, se acercaba un conflicto con ese individuo, simplemente lo evitaba, como si fuera coraje el perro cobarde.
Así fuimos creciendo, y con el pasar de los años, las cosas empezaron a cambiar. Supongo que tal vez era por el incremento de testosterona en mis primeros años de adolescencia. Siempre me gustaron las películas de acción y peleas, esas en las que el héroe iniciaba como un total perdedor y se volvía el más fuerte; el que sorprendía a todos.
Rocky IV era mi favorita, esa en la que el protagonista sentía tanto miedo de enfrentarse a su contrincante por lo fuerte que era y por el daño que este podría ocasionarle; quien, con más corazón que fuerzas, terminó venciendo. Ese era yo; siempre me veía reflejado en ese personaje, aunque no hacía nada y siempre me acobardaba.
Recién iniciado el noveno grado, opté por alejarme y unirme a otro grupo de amigos, principalmente por qué allí habían chicas muy lindas. Mi popularidad creció en poco tiempo. Con los demás no había eso de andarse peleando; solo estábamos pendiente de las niñas.
Esto, sin duda, le provocó una gran molestia, no por la chicas, si no porque andaba con otros y ya no iba a las canchas a jugar, ni tampoco acudía al cyber a jugar Counter Strike con el viejo grupo. Mi ausencia se hizo notable, y con ello me convertí en un enemigo. La confrontación estaba a la vuelta de la esquina.
Un día, al salir de mi casa, él se acercó y, con una evidente falta de respeto hacia mi, me incitó a pelear empujándome en el pecho en presencia de todos. Pero ya yo no era el mismo. Mi mentalidad estaba pendiente de otros asuntos; había cambiado.
Ese incidente fue la gota de agua que derramó el vaso que se había estado acumulando durante años. «Hasta hoy», me dije a mí mismo. Pensé en todos los héroes de mis películas; en lo valientes que eran.
Recordé el miedo que le había tenido por tanto tiempo y me dije: «No importa lo que pase, pero ya no más». Me llené de valor y, con todas mis fuerzas, le devolví el empujón e inmediatamente subí mi guardia. Lo había visto tantas veces en la películas de Rocky; sabía cómo hacerlo.
«Pelea, pelea» y después «Dale, dále», escuché gritar. Todo fue rápido, quizás menos de un minuto. Me lanzó cuatro golpes; todos se quedaron en mi guardia. Yo hice la contra con la izquierda, seguido por la derecha; ambos puños impactaron en su rostro. Retrocedió y se rindió.
Ese día gané la pelea de la que tanto había huido; no me enorgullece, pero era el final de todo. Nunca más volvió a meterse conmigo. Pienso que, aunque fui el vencedor, también perdí. Su hermana, que tanto me gustaba, no volvió a hablarme en años.
Con el tiempo, volvimos a ser amigos y, a partir de allí, todo fue diferente, tal vez porque ya eramos más maduros. Nunca más hubo falta de respeto ni de su parte ni de la mía; respecto a su hermana, la misión nunca se cumplió.
Está es mi participación en el concurso de arte y escritura #156, propuesto por la amiga @solperez, para la comunidad Venezolanos Steem. Por acá les dejo el Link del concurso Arte y escritura #156, para aquellos que estén interesados en participar. Invitó a @paholags, @zory23 y @gertu.

Bueno, no todas las misiones estaban para cumplirse jejeje, uno quisiera ganarlas todas, pero al menos ganó una que era como una espinita clavada.
Los bravucones tarde o temprano encuentran quien "les dé un parao", aunque algunos nunca aprenden.